lunes, 22 de noviembre de 2010


Cuando me llego la noticia, no podía creerlo, el mundo se me vino abajo. Al principio no lo creía, pensaba que tan solo era una tonta broma que todos me estaban haciendo. Hasta que descubrí que no era una broma. Era verdad. En ese momento mi corazón se rompió. ¿Por qué? ¿Por que me dejaste solo? ¿Por que te fuiste?
Habías muerto, y ya no había vuelta atrás. No podía ir a buscarte. No podía ayudarte. No podía hacer nada.
Me sentí solo, y así sigo. Te necesito y me quiebro al saber que no estás y que no vas a estar. No se que hacer. Pienso en irme contigo.
El día del funeral, entre a la gigantesca catedral, allí estabas, al final, allí acostada, llena de rosas a tu al rededor, gente llorando por doquier.
Entre fuerte, demandante. Pero a cada paso me hacía más débil y mas quebrantado. Cuando estube frente a tí, no tuve mas remedio que hecharme a llorar, era más fuerte que yo. Todos aquellos recuerdos. Todo lo que vivimos juntos. Nuestras alegrías, nuestras risas, nuestras charlas, lo peor, nuestras peleas, pero lo que me desgastó por completo, nuestro tan preciado AMOR.
Todo el amor que siento se derramaba en mis lágrimas sobre ti, sabía que no lo sentirías, pero el intento yo haría.
Allí estuve, tal vez horas, esperando que regresaras, pero no lo hiciste. No di más y me heché a correr desesperadamente, todos se iban. Iban a enterrarte. Allí supe que no te vería más. Quise volverme a ti y verte una vez mas, la última. Pero me fue imposible. La puerta se había cerrado y tu cajón se había sellado. Mi corazón se destruyó una vez más. Pero lo único que me quedaba era iniciar el camino al cementerio, donde pasarás el resto de tus tiempos.
Cada día voy a visitarte, cada vez con menos frecuencia, pero no te preocupes te seguiré visitando, y nunca te olvidaré, y espérame, que estaré junto a ti pronto, muy pronto.

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